miércoles, 25 de abril de 2012

El Bello durmiente


Erase una vez, en un reino muy muy muy lejano, un príncipe, extraordinariamente bello, tan bello tan bello, que le llamaron “El Bello”. Este príncipe, tenía un palacio de espejos, para poder admirarse todo el día. Todos debían amar su belleza y por decreto todos lo del reino debían siempre estar bellos.

Llego en momento de elegir esposa, pensó “El Bello”. Así que convocó un baile, corrió la voz por todo el reino, para que acudieran las más bellas casaderas de todas las familias del reino. Cientos de bellas mujeres acudieron con sus mejores galas, peinados elaborados,  joyas, plumas, maquillajes, purpurinas, encajes… Todo para que “El Bello” se enamorase de la belleza de alguna. Pero a todas le puso pegas: muy alta, muy baja, muy gorda, muy flaca, muy rubia, muy morena… No le gustaba ninguna.

Estaba allí una bruja buena, bajita, gordita, con la nariz rota, una verruga peluda… Que había ido para conocer al príncipe. Se había arreglado, maquillado y hecho su mejor esfuerzo, era buena y dulce, de sonrisa candorosa. Pero “El Bello” al verla se rio diciendo  – “¿que es este ser tan feo y contra hecho? Jajajaja ¿Qué se ha pensado viniendo aquí?”

La pobre bruja devastada por la cruel reprimenda le dice: -“Príncipe, “El Bello” que feo eres por dentro, te castigo a un sueño profundo, y no despertarás hasta que veas más allá del exterior.” De repente una suave brisa comenzó a mecer a “El Bello”, sumiéndolo en un profundo sueño. La bruja buena se desvaneció al tiempo que él se dormía. Todo el reino se conmocionó por el sueño de su príncipe, buscaron remedios, curanderos y chamanes, pero nadie pudo despertarle.  Le subieron a la más alta torre, para que hasta el más lejano súbdito pueda verle en su lecho.

Mientras tanto el príncipe soñaba, con bellos paisajes, altos árboles, verdes praderas, hermosas cascadas y flores, muchas flores de todos los colores. Pero se sentía muy solo, no sabia cuanto llevaba en ese limbo, días, semanas, años… La soledad le envolvía. Un día, escucha un candoroso tarareo, se deja llevar por la melodía y se encuentra a una mujer, vestida de blanco, pelo largo, piel morena, fea, y contrahecha. Pero al ser el primer alma que encuentra en el limbo, decide acercarse. Entablan una conversación, trivial, pero agradable. La mujer es inteligente, con ideas propias y pensamientos sensatos. Sin darse cuenta, va a buscarla todos los días, para hablar y hablar horas. Ella le muestra buenos rincones para, asearse, comer, beber, vivir… Sin darse cuenta empieza a verla normal, del montón y sigue buscándola. Con el tiempo aprende a encontrar animales, cazar y cocinar. No solo encuentra a esa mujer normal, sino bella, más bella que él, inteligente y gentil.

Se arma de valor y la lleva al lugar que para él era más bello. El estanque, donde se refleja todo lo que le rodea. Le confiesa como se siente. Esta le dice: -“Ahora despierta “El-bello.””

Y como si nunca nada hubiese pasado “El Bello” despierta. Desesperado busca a su amada y no la encuentra. Los consejeros dicen que no conocen a tal mujer, inteligente, gentil, bella… El amor del príncipe no existe. Este cae en la más profunda depresión, queriendo volver al limbo del sueño. La corte Real, decide convocar a todas las bellas mujeres del reino para que se entrevisten con el príncipe, con la esperanza, de o bien encontrarla, o bien sustituirla. “El Bello” suspira sin interés alguna, ninguna es como ella, que le hacia sentirse completo. De repente, al fondo del salón, ve una ráfaga, una tez que le resulta familiar… ¿Era ella? Corriendo se levanta, aparta a la gente y... ¡Si! Al fin la encuentra. Todos le miran anonadado, es aquella fea y contrahecha bruja buena. La que él sin conocerla, casi ni mirarla, la despreció.

¡¡Y colorín colorado, este somnoliento cuento se ha acabado!!



(creado por mí, en un momento de inspiración)

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